Mariscal Pétain
Por Louis Perez y Cid
La controversia en torno a la misa por el Mariscal Pétain del 14 de noviembre de 2025 ha reavivado una polarización típicamente francesa: el alcalde de Verdún, de izquierdas, se opone; una asociación de derechas emprende acciones legales. Lo que debería ser un debate sereno sobre la historia se convierte de inmediato en un choque ideológico. En Francia, las cuestiones de la memoria se convierten con demasiada frecuencia en campos de batalla políticos.
Como muchos exlegionarios de origen extranjero, observo este país con respeto, pero también con perplejidad. Un francés naturalizado, como yo, no hereda los referentes políticos transmitidos dentro de las familias, referentes que han configurado la división izquierda-derecha durante más de un siglo. Francia es un Estado centralizado, donde la vida política ocupa un lugar desproporcionado; incluso quienes no tienen interés en ella terminan tomando partido.
Mi comprensión de los partidos políticos y la cultura francesa
Cuando hablo con activistas, tengo la impresión de que los partidos políticos funcionan menos como organizaciones democráticas y más como bloques basados en la identidad.
Algunos se refieren a este grupo como la "izquierda". Su principal objetivo no es desarrollar soluciones colectivas, sino tomar el poder, a menudo impulsados por el deseo de contrarrestar al bando contrario en lugar de servir al bien común. Este enfoque confrontativo entorpece el debate público e impide la emergencia de un consenso nacional sobre temas importantes.
Las sucesivas reformas reflejan esta deriva; responden más a imperativos partidistas que a las necesidades del país. Las promesas electorales priman sobre la coherencia, y una vez terminadas las elecciones, la gobernanza se basa en ajustes sucesivos, sin una visión a largo plazo. Tanto en la izquierda como en la derecha, las divisiones internas son profundas; la unidad solo se logra bajo presión electoral, nunca mediante una convicción compartida.
En este clima, donde el compromiso se percibe como una debilidad y no como un ejercicio democrático, la memoria nacional se convierte en una herramienta política. Cada cual selecciona de la historia aquello que respalda su narrativa, incluso si implica simplificarla o distorsionarla.
El contexto político del período de entreguerras
La Francia de entreguerras estaba profundamente dividida. ¡Qué curioso!
Crisis económicas,
Auge del extremismo,
Inestabilidad gubernamental (más de 40 gobiernos en 20 años),
Desconfianza crónica entre la derecha y la izquierda.
El sistema parlamentario funcionaba mal; muchos ministros permanecían en el cargo apenas unas semanas. Ante la amenaza nazi, los partidos estaban más preocupados por sus rivalidades internas que por una estrategia común.
El colapso de 1940
En junio de 1940, pocas semanas después del inicio de la ofensiva alemana, el ejército francés fue derrotado. Tras la derrota militar y las divisiones internas sobre la continuación de la guerra, Paul Reynaud, presidente del Consejo, dimitió.
El presidente Albert Lebrun encargó entonces al mariscal Pétain la formación de un nuevo gobierno y, de hecho, se retiró sin dimitir formalmente.
Los parlamentarios capitularon más rápido que el ejército y se apresuraron a entregar plenos poderes * a Pétain, de 84 años, utilizándolo como escudo humano. De repente se convirtió en el «salvador» que, hasta ayer, había sido considerado demasiado demacrado para cualquier otra cosa que no fuera una ceremonia del 11 de noviembre. El mensaje me pareció claro: «Ustedes se encargan de la ocupación alemana, nosotros nos vamos». La edad, ridiculizada ayer, se convirtió milagrosamente en garantía de estabilidad y lucidez. Se puede, y de hecho se debe, criticar a Pétain por su régimen. Fue, de hecho, condenado ** por los tribunales en 1945. Pero el problema real y más profundo reside quizás en la facilidad con la que los líderes políticos, tan dispuestos a destrozarse entre sí por el poder cuando las cosas van bien, desaparecen repentinamente cuando la realidad se vuelve demasiado abrumadora, dejando la crisis en manos del anciano del pueblo. Una fascinante capacidad de cambio.
Una coreografía maravillosa donde los ambiciosos se esfuman al sonar la alarma, dejando al miembro más anciano de la familia la tarea de apagar el fuego… o quemarse con la casa. Porque a todos los jóvenes ambiciosos ya les han mostrado la puerta de atrás…
“Desde mi perspectiva ‘neutral’, no puedo evitar ver que la responsabilidad de Vichy no recae únicamente en Pétain, sino también en esa amplia mayoría de parlamentarios, tanto de izquierda como de derecha, que le otorgaron plenos poderes con un entusiasmo casi aliviado”. En 1940, no fue un solo bando el que fracasó, sino todo un sistema político que se derrumbó de golpe. Vichy no fue solo el fracaso de un anciano; fue la huida colectiva de una clase dirigente que, en el momento decisivo, prefirió abdicar de sus responsabilidades antes que mantenerse firme.
Algo en lo que pensar para la Quinta República hoy. Cuanto más poderosos sean los extremos, mayor será la polarización y más probable la inestabilidad riesgo de caos.
Si, por desgracia, eso ocurriera, ¿de verdad crees que nuestros políticos, de todos los bandos, serían menos cobardes?
* La votación tuvo lugar el 10 de julio de 1940 en la Asamblea Nacional (es decir, con los diputados y senadores reunidos en Vichy). El resultado fue contundente:
569 votos a favor
80 votos en contra
20 abstenciones
** El Tribunal Supremo lo condenó a muerte y a la degradación nacional, pero, contrariamente a la creencia popular, no le revocó el rango de mariscal, que había obtenido en 1918 por su actuación en Verdún.
Su condena a muerte fue conmutada por cadena perpetua por De Gaulle, debido a su edad, su papel en Verdún y para aliviar la situación política del país. Pasó el resto de su vida en prisión en la Île d'Yeu, donde falleció en 1951.